Ha llegado la hora de la letra pequeña y, como dicen los anglosajones, "the devil is in the details", o sea, el demonio esta en los detalles, dicho en cristiano; el problema está en la letra pequeña. ¿A qué nos referimos?, a la reforma de la PAC y a nuestra ley de integración cooperativa.
Si bien todos hemos valorado las grandes líneas de estas importantes iniciativas legislativas ahora toca posicionarnos sobre los detalles que, al fin y al cabo, son los que marcaran el funcionamiento y aplicación de ambas reglamentaciones. Por una parte la reforma de la PAC nunca ha dado tanta capacidad de maniobra a los Estados miembros para que decidan quienes, cuanto y como se distribuyen las ayudas comunitarias y, al final, tras el reparto entre Estados miembros, mucho nos tememos que más que buscar como objetivo la mejora de la posición del agricultor en un mercado que Bruselas decidió liberalizar hace tiempo, se persiga exclusivamente el status quo, lo cual es puro inmovilismo ante un mercado y una situación nueva y que nada tiene que ver con el pasado.
La Ley de Integración Cooperativa es todo lo contrario, pretende integrar la estructura comercializadora y concentrar la oferta para mejorar nuestra posición en un mercado dominado por la gran distribución. Una nueva etapa en la que para impulsar la integración se define un modelo de empresa como referencia y la que alcanza a cumplir los parámetros exigidos recibe la calificación de Entidad Asociativa Prioritaria, de tal forma que se le concede un plus en el acceso a subvenciones públicas tanto nacionales como comunitarias. Esta Ley ha sido demandada por las propias cooperativas, ha recibido el apoyo de todo el arco parlamentario, (lo cual no es nada usual), y del sector, pero el problema es que ahora tocan dos cosas: decidir “quién y cuanto”. En el primer caso, “quien”, va a ser una decisión que debe ir en coherencia con los objetivos que nos proponemos: alcanzar una relevancia en el mercado que hoy no tenemos. Lo segundo, “cuanto”, es responsabilidad del Ministerio y de las CCAA, pero debemos recordar que el presupuesto es limitado y cuantos más a menos toca y lo que es peor todavía, más se aproximará la situación final a la actual y, en consecuencia, más nos alejaremos de los objetivos iniciales de integración. Y cuantos menos, más recursos y más coherencia, pero más quejas habrá por parte de los que no puedan recibir la calificación de prioritarias.
Es la hora de la verdad y el corazón y la cabeza deben ser coherentes, miremos al mercado y veremos que si no se alcanza la relevancia que pretendemos de poco servirán las subvenciones a las inversiones que recibamos, incluso puede ser peor el remedio que la enfermedad y nos hipotequemos más de lo que podemos permitirnos En cambio si lo hacemos bien, habremos aprovechado una oportunidad que es difícil que vuelva a repetirse en el futuro.
Ha llegado la hora de la letra pequeña y, como dicen los anglosajones, "the devil is in the details", o sea, el demonio esta en los detalles, dicho en cristiano; el problema está en la letra pequeña. ¿A qué nos referimos?, a la reforma de la PAC y a nuestra ley de integración cooperativa.
Si bien todos hemos valorado las grandes líneas de estas importantes iniciativas legislativas ahora toca posicionarnos sobre los detalles que, al fin y al cabo, son los que marcaran el funcionamiento y aplicación de ambas reglamentaciones. Por una parte la reforma de la PAC nunca ha dado tanta capacidad de maniobra a los Estados miembros para que decidan quienes, cuanto y como se distribuyen las ayudas comunitarias y, al final, tras el reparto entre Estados miembros, mucho nos tememos que más que buscar como objetivo la mejora de la posición del agricultor en un mercado que Bruselas decidió liberalizar hace tiempo, se persiga exclusivamente el status quo, lo cual es puro inmovilismo ante un mercado y una situación nueva y que nada tiene que ver con el pasado.
La Ley de Integración Cooperativa es todo lo contrario, pretende integrar la estructura comercializadora y concentrar la oferta para mejorar nuestra posición en un mercado dominado por la gran distribución. Una nueva etapa en la que para impulsar la integración se define un modelo de empresa como referencia y la que alcanza a cumplir los parámetros exigidos recibe la calificación de Entidad Asociativa Prioritaria, de tal forma que se le concede un plus en el acceso a subvenciones públicas tanto nacionales como comunitarias. Esta Ley ha sido demandada por las propias cooperativas, ha recibido el apoyo de todo el arco parlamentario, (lo cual no es nada usual), y del sector, pero el problema es que ahora tocan dos cosas: decidir “quién y cuanto”. En el primer caso, “quien”, va a ser una decisión que debe ir en coherencia con los objetivos que nos proponemos: alcanzar una relevancia en el mercado que hoy no tenemos. Lo segundo, “cuanto”, es responsabilidad del Ministerio y de las CCAA, pero debemos recordar que el presupuesto es limitado y cuantos más a menos toca y lo que es peor todavía, más se aproximará la situación final a la actual y, en consecuencia, más nos alejaremos de los objetivos iniciales de integración. Y cuantos menos, más recursos y más coherencia, pero más quejas habrá por parte de los que no puedan recibir la calificación de prioritarias.
Es la hora de la verdad y el corazón y la cabeza deben ser coherentes, miremos al mercado y veremos que si no se alcanza la relevancia que pretendemos de poco servirán las subvenciones a las inversiones que recibamos, incluso puede ser peor el remedio que la enfermedad y nos hipotequemos más de lo que podemos permitirnos En cambio si lo hacemos bien, habremos aprovechado una oportunidad que es difícil que vuelva a repetirse en el futuro.